Olga Orozco (en memoria)
Acróbata y nadadora del rocío.
Color de noche su piel, seda que hoy flota luminosa, como abanico de sangrando en la faena de los toros
Ella elevó sus indulgentes ojos claros a zonas del espanto que yerguen una figura del olimpo. Seducida por la hidalguía del océano, miraba fijamente los corales. Y como Cristo, sus labios resplandecían crueles entre vinagre y agua.
Sacrificando en el deleite su forma de abigarrada luna, de maga en los jardines de la cábala, con su ejercicio suspirante del anhelo Cuando el astro era santo del ritual del milagro, los glaciares cataratas de lágrimas y las aves se bienvenían en sus codicia de acordes inalcanzables y de espejos mordidos.
Ay estrella delicada de la mañana, que eligió en la belleza su desamparo ¿Acaso somos los sobrevivientes del salvaje suicidio de su dulzura?
¿Por qué te fuiste temeraria en vilo desafiando las máscaras de la eternidad?
María Meleck Vivanco.
a María Meleck Vivanco
en su retiro de aire
Fuera de la línea de foco de tu párpado gris
hurgas la máscara del otro donde aluviones de ceniza
alojan sus recuerdos, te buscarás en ellos
donde en alto vive tu rosa. Te llevará un pájaro de fuego
hasta las orillas del Mármara y el agua azul cubrirá tus espaldas.
Mereces el plumaje de un ave en llamas
pero esta noche serás mi invitada.
Una cuchara de plata te espera
y la sopa caliente de las estrellas más fugaces
las que anidaron en tu corazón dadivoso
ungido de poesía óleo derrame el de tu boca
en cada sílaba de tus poemas
mientras Olga la maga sigue espiando
los pulpejos de tu mano enamorada.
Michou Pourtalé
17-09-2011
Acróbata y nadadora del rocío.
Color de noche su piel, seda que hoy flota luminosa, como abanico de sangrando en la faena de los toros
Ella elevó sus indulgentes ojos claros a zonas del espanto que yerguen una figura del olimpo. Seducida por la hidalguía del océano, miraba fijamente los corales. Y como Cristo, sus labios resplandecían crueles entre vinagre y agua.
Sacrificando en el deleite su forma de abigarrada luna, de maga en los jardines de la cábala, con su ejercicio suspirante del anhelo Cuando el astro era santo del ritual del milagro, los glaciares cataratas de lágrimas y las aves se bienvenían en sus codicia de acordes inalcanzables y de espejos mordidos.
Ay estrella delicada de la mañana, que eligió en la belleza su desamparo ¿Acaso somos los sobrevivientes del salvaje suicidio de su dulzura?
¿Por qué te fuiste temeraria en vilo desafiando las máscaras de la eternidad?
María Meleck Vivanco.
a María Meleck Vivanco
en su retiro de aire
Fuera de la línea de foco de tu párpado gris
hurgas la máscara del otro donde aluviones de ceniza
alojan sus recuerdos, te buscarás en ellos
donde en alto vive tu rosa. Te llevará un pájaro de fuego
hasta las orillas del Mármara y el agua azul cubrirá tus espaldas.
Mereces el plumaje de un ave en llamas
pero esta noche serás mi invitada.
Una cuchara de plata te espera
y la sopa caliente de las estrellas más fugaces
las que anidaron en tu corazón dadivoso
ungido de poesía óleo derrame el de tu boca
en cada sílaba de tus poemas
mientras Olga la maga sigue espiando
los pulpejos de tu mano enamorada.
Michou Pourtalé
17-09-2011
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