http://www.clarin.com/opinion/Taller-poesia-Moyano-palabras-dibujan_0_1710429069.html
Taller de poesía en el Moyano o cuando las palabras dibujan la luz
Crónicas del nuevo milenio
Por Verónica Sukaczer. Especial para Clarín.
Palabras que ayudan a sanar en el taller de poesía del Moyano.
FOTO: EMILIANA MIGUELEZ.
Y en el mismo sitio sigue, activo, como una ciudad dentro de la ciudad, el Hospital Neurosiquiátrico Braulio A. Moyano, con sus enormes pabellones y parques en donde las chicas (ni pacientes ni internas, las llamaremos “chicas”) comparten mates e historias.
Ahora que ingresamos, toca hablar de poesía. En el 2007 la gente de la Asociación de Poetas Argentinos, APOA (apoaenelmoyano.blogspot.com.ar), buscaba dónde más llevar su arte, además de las escuelas y hogares de la tercera edad donde ya estaban presentes. Uno de sus integrantes, Daniel Grad, consultó entonces al doctor Serafín Villegas, en ese momento Jefe del servicio de Terapia a Corto Plazo del Moyano. Preguntó si podían iniciar un taller. De ese modo, con apoyo del personal y libertad absoluta, comenzó este desafío de encontrarle palabras a lo que la mente no siempre logra explicar.
El sector es amplio, austero, y cuenta con varias habitaciones y salas de reunión. En el comedor, con la televisión encendida en un canal de música, algunas de las chicas pasan la mañana. Alguien ha venido a hacerles la manicura y hablando y mostrando las manos es como Daniel, en el salón vecino, inicia lo suyo, alrededor de una pequeña mesa que ofrece cierta intimidad. El taller funciona como cualquier otro, cuenta Grad.
Charlan, escriben, comentan lo que han leído. No hay requisitos para participar y nadie pregunta a nadie cómo es que ha llegado allí. En la Terapia a Corto Plazo las internaciones tienen una duración máxima de cuatro meses. Y, aunque el taller no forma parte de los tratamientos, la palabra por supuesto ayuda a sanar.
Una de las participantes, Silvia, 54 años y toda la amabilidad, lo cuenta muy bien: “Como en la terapia, la poesía me permite hacerme preguntas. Descubrirme, ya que aquí no me queda más que ocuparme de mí misma”. Y agrega: “Lo ameno de este espacio es ver cómo cada uno interpreta las cosas de diferente manera”. Junto a Silvia está Vanesa Vezzoni (35), que ya tiene el alta pero sigue concurriendo, más otras chicas que se quedan un rato, se van, vuelven, el taller está en marcha.
Daniel moviliza, pide recuerdos y secretos, habla de la memoria y graba a las chicas recitando sus poemas. Ellas, las chicas, tienen en su mayoría la mirada triste y los modos lentos. Silvia dice que es por la medicación, que ella vivía a mil y ahora todo le cuesta más. Sin embargo, ese ritmo propio se quiebra a la hora de escribir. Aunque no siempre lo hacen. Cuando la crisis llega y aplasta, no se puede. La escritura queda para cuando es posible pensar con claridad.
¿Y sobre qué escribir? Daniel invita a esta cronista a proponer la consigna del día. Y teniendo en cuenta que estamos rodeados de sillas desvencijadas, armarios, una TV rota, ropa interior olvidada, la idea es elegir un objeto y trabajar sobre él.
Silvia y Vanesa se inclinan sobre los cuadernos y las palabras parecieran surgir sin dificultad. Luego se lee. Si uno gusta de las interpretaciones, da para pensar que ambas eligieron objetos que sirven para encerrar otros objetos. Silvia, un viejo candado: “Cuando pienso en el miedo y los secretos pienso en el candado/(…)/Pero la verdad será que pienso que somos parecidos/(…)/y el candado imaginario nos da algo de seguridad ante el miedo de que nos suceda lo que no esperamos”.
Vanesa, en cambio, se decidió por un armario: “Allí donde se esconden los recuerdos más misteriosos de la sociedad,/allí donde nos escondemos como caja de cristal y guardamos nuestras almas …” Los poemas dan pie para conversar sobre cómo se vive entre esas paredes, las rutinas del Hospital. Porque las palabras llevan a otras palabras, y como dice Daniel, donde a nivel terapéutico puede haber oscuridad, desde la parte artística puede haber luz.
Los cuadernos se cierran cuando llega el almuerzo y en las despedidas se repite una palabra: gracias. Gracias por venir, gracias por la visita, por compartir.
De salida, ya en el parque, Daniel abraza a quien se le cruce y aprovecha para preguntar a cada una si han escrito o si recuerdan algún poema de memoria. Se arman así nuevas reuniones en las que alguien cuenta que allí la mayoría está por abandono, depresión y adicciones, pero que locura casi no hay; mientras una veinteañera de mirada melancólica, Melina, busca su cuaderno y lee: “Me siento sola y aterrada/de mi propia vida estoy desterrada”.
Las palabras de la joven golpean fuerte y siembran preguntas: si no fuera a través de la poesía, ¿cómo podría contarse tanto dolor? Y si la poesía no estuviera allí, ¿cómo la hallarían estas mujeres?
La respuesta, por suerte, esta vez es sencilla: está el taller, están los poetas, están los versos: “¡Ánimo, mujer!/¡Lucha!/Que el sol sigue saliendo y te iluminará el camino hacia el buen comienzo de la felicidad”. Vanesa Vezzoni, escrito en el Moyano.
LA NOTA EN IMÁGENES
HACER VISIBLE EL COMENTARIO:
Luis Cruz dijo...
¡No soy un robot!
¡Soy un ombregato!
Y les quiero mandar un abrazo enorme (con las cuatro patas y la cola) a todas las chicas y chicos del Taller...que lo pasen con quien quieran y donde quieran de la mejor manera...es mi deseo gatuno para estas ¿fiestas? de fin de año y pro-spero año nuevo...
Es casi seguro que podamos vernos en la próxima reunión de enero...
Abrazos & besos (en especial al alma-mater del Taller (Dani)
Nos vemos Dani... después de barrer las cenizas de este lamentable año que ya pronto se secará del todo...
¡El presente no sabe con quién se metió!
31 de diciembre de 2016, 16:28
Unknown dijo...
Dejo por aquí un escrito, siempre es lindo verlos leerlos y sentirlos con todo lo que eso significa
...
Blandida por el trémulo capricho de la vida,
deshojada como higuera en marzo.
¿Puedo gritar?
Verborragia vomitada en derrame cerebral.
Mis reclamos desoídos
¿Ya puedo desmayar?
Adormecida, a la vez beligerante;
¡me puedo escuchar!
Debora Flor
21 de febrero de 2020, 21:08
¡No soy un robot!
ResponderEliminar¡Soy un ombregato!
Y les quiero mandar un abrazo enorme (con las cuatro patas y la cola) a todas las chicas y chicos del Taller...que lo pasen con quien quieran y donde quieran de la mejor manera...es mi deseo gatuno para estas ¿fiestas? de fin de año y pro-spero año nuevo...
Es casi seguro que podamos vernos en la próxima reunión de enero...
Abrazos & besos (en especial al alma-mater del Taller (Dani)
Nos vemos Dani...despues de barrer las cenizas de este lamentable año que ya pronto se secará del todo...
¡El presente no sabe con quien se metió!
ombregato!! gracias por tu comentario!!... (y, en caso de ser un robot, ¡¡GRACIAS POR SER EL ROBOT QUE SOS!!)... ¡¡vaya un abrazo atravesando pasado/presente/futuro!!
ResponderEliminarDejo por aqui un escrito, siempre es lindo verlos leerlos y sentirlos con todo lo que eso significa
ResponderEliminar...
Blandida por el trémulo capricho de la vida,
deshojada como higuera en marzo.
¿Puedo gritar?
Verborragia vomitada en derrame cerebral.
Mis reclamos desoídos
¿Ya puedo desmayar?
Adormecida, a la vez beligerante;
¡me puedo escuchar!
Debora Flor
Gracias como siempre Débora Flor por acompañarnos, por esta cerca!! Gracias por compartir tu poema!! Saludos.
ResponderEliminar