Los libros me han dado libertad, esa libertad de la que no se consigue caminando por las calles o corriendo por un bosque. Esa libertad que nace en las neuronas y que genera un hormigueo en el estómago, que hace que el corazón lata con furia.
Cuando accedí a esos textos, lo hice de la mano de quien fuera como un padre para mí, Eduardo Lewkowicz. El y sus hijas me ayudaban con las tareas del colegio e intentaron cultivar en mi todo el conocimiento que ellos tenían.
Hace casi cuatro años me mudé de país; el amor corrió las fronteras. Esos libros, que ya leí, son parte muy importante de muchas etapas de mi vida: tristezas, alegrías, llantos, festejos… y es por ese grado de importancia que decidí dárselos a uds. Porque no se trata de “donar” lo que uno quiere “descartar”, se trata de compartir algo que a uno le haya enseñado cosas, que le haya llenado espacios del alma.
Hoy gestionamos desde el otro lado de la Cuenca del Plata bibliotecas en cárceles porque confío ciegamente en que es el conocimiento el único capaz de liberar el alma y la mente. Y luchamos día a día para liberar los cuerpos, que son los que existen terrenalmente y los que sufren en lo cotidiano.
Somos muchos peleando por mejorar las condiciones de nuestros pares en todos los ámbitos de la vida y estos libros forman parte de mi formación y de mi espíritu; que lucha incansablemente por la libertad.
Daniela.
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