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Reunión miércoles 07-10-2009 - La mirada de Pablo

Todos los días sale el sol
por PABLO LIHUÉ NAVAS


Cuando los antiguos griegos habitaban la tierra, para entender ciertos fenómenos y encontrar la explicación de situaciones supuestamente maravillosas (véase la explosión de volcanes, lluvia o el gusto del buen vino o una bella obra de teatro) apelaban al relato de los mitos o poemas de carácter mitológico. Es válido recordarlo, todo esto antes del siglo VII a.C.

Sin embargo en pleno transcurso del período mal llamado (bajo mi humilde punto de vista) postmoderno el hombre actual también mitifica. Ya no lo hace en el afán de la búsqueda del argé (principio constitutivo), sino que arma ciertas configuraciones ilógicas en base a los prejuicios. Pero atención: la unión con los griegos también aparece. Surge la similitud inevitable: el ser humano actual mitifica por la ignorancia.

Antes de continuar, no logro contener el impulso de confesión (y abusaré otra vez de los dos puntos): yo también soy ese prototipo de ser humano mitificador del Siglo presente.

Pero la Gracia que Dios nos regala logra que se vayan derribando esas conjeturas poco verificables en la realidad. Eso me sucedió a mí en el marco del Taller “APOA EN EL HOSPITAL MOYANO”. A ella fui invitado sorpresivamente, pero con muchísima alegría y agradecimiento, el día martes 6 de octubre del 2009, ya que la actividad se llevaría a cabo en la mañana posterior a dicha fecha, el siete de octubre.

Así haber ido al mencionado Hospital significó una gran llamada a servir a los demás, brindando lo mejor que uno tiene: el amor y las ganas de mejorar las cosas que no andan bien, desde el lugar que me toca ocupar (vuelvo a malgastar los dos puntos).

Me interesaría buscar palabras capaces de definir aquello que sensación experimenté compartiendo poesía propia con la población asistida de "Terapia a Corto Plazo", para ello empezaré por decir cómo me sentí.

Creo que la palabra que mejor resumiría el estado vivido es la palabra acompañado. No fui solo. Esas horas fueron transitadas con dos seres de corazón noble, capaz de emocionar y de sencillez admirable: el coordinador del Taller, poeta y fotógrafo Daniel Horacio Grad y el poeta entrerriano Martín Pucheta (dos amigos a los que quiero muchísimo).

La segunda palabra sería respetado y ya escribiendo la tercera comprendido. A medida que fuimos compartiendo los escritos con las chicas del Hospital (recitados por quienes fuimos a visitar), íbamos sintiendo la atención con que eran escuchadas las lecturas y la seriedad comprometida con los textos con que eran leídas. Comprendido, porque si bien en la poesía una vez que el poeta deja que sean leídas sus creaciones, no existen criterios semánticos a seguir, el poeta en el momento que desliza su pluma o tipea su teclado imprime cierto sentido, cierto parecer (o no). Y fueron cada una de las oyentes del Hospital Dr. Braulio Moyano, quienes entendieron el verdadero propósito de lo escrito en los versos que leían, algo que pocas veces me ha sucedido en un ambiente que exceda el círculo familiar.

Ahora sí, ¿qué sentí? Sentí sorpresa, por el estado positivo de las instalaciones de la sala a la que fuimos, del contacto sano con el exterior de las pacientes, con su conocimiento y cariño a la poesía, pero sobre todo por sus ganas de ser partícipes activas del Taller, mediante la lectura en voz alta, sus correcciones hacia los poemas, al escribir y en algunos casos hasta para cantar.

Las experiencias fueron positivas. Grandioso fue el momento en que una de las pacientes entonó “INCONCIENTE COLECTIVO” de Charly García, cuando ejercitaron sus muñecas para esbozar ciertas estrofas, cuando las carcajadas hacían vibrar de alegría las paredes frías del establecimiento, o cuando se animaron a hacer “clic” en la cámara fotográfica de Daniel para que esa jornada quedara reflejada en megapíxeles.

Particularmente no puedo dejar pasar el acontecimiento cumbre del encuentro, cuando la misma paciente que interpretaba a Charly me obsequió un conejo de peluche que llevaba por nombre “JESUSA”, nombre que hacía referencia al compañero de la coneja, Jesús.

Aquel regalo efectuado por una de nuestra amiga me inspiró preguntarle si iba a extrañar aquel compañero de ruta de peluche que me pertenecería próximamente. A esta inquietud me contestó:

-Obvio que lo voy a extrañar, es por eso que te lo regalo, si te doy algo que no me gusta ¿qué sentido tiene? Aparte, yo estaba rezando -y mientras volcaba las cenizas del pucho a un cenicero un tanto gastado me contaba- y Jesús me pidió que me desapuegue de las cosas materiales, me pidió el don del desapego, y yo como quiero ser tu amiga quiero que la cuides.

Cabe aclarar que Jesusa habita todos los días sobre la mesa de luz de mi habitación a un metro de mi cama.

Solamente esto nos invita a pensar cómo las tizas con que la escuela de la vida da clases no conoce de pizarrones programados, sino que la enseñanza se imparte a partir de lo Providencial y espontáneo.

Nos íbamos, nuestras caras (la de Martín, la de Daniel y la mía) eran de alegría, ellas al almuerzo o a la entrevista con los especialistas que las preservan de ciertos malestares.

Pensaba que la poesía es, realmente, como dice Cayetano Zemborain, Presidente de APOA, un instrumento sanador; que sirve de puntapié para ejercer la militancia desde el arte. Pero también pensaba en la poesía para sacar la cizaña social, los desastres culturales y las falencias políticas, porque con ella se puede educar, decir, dudar y por ende ser más libres, libres de la ignorancia, del prejuicio y la mitificación.-

CON MUCHÍSIMO AFECTO…

PABLO LIHUÉ NAVAS

MAR DEL PLATA

OCTUBRE DEL 2009



En la foto: PABLO LIHUÉ NAVAS y JESUSA.

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