Anyelí, sentada a mi lado, dice “estoy triste”. Me conmueve. Y continúa “me caí cuando me sacaron a mi hija de tres años”.
Las chicas se acercan al grupo, escuchan lo que se dice. Van y vienen. Los párpados caídos, el balbuceo, cierta confusión. Otras protestan. Algunas más coherentes, hablan de una publicación donde aparecen sus poemas.
Les gusta que les hagan propuestas de escritura. Si pueden, escriben. Si no, piden que alguien escriba lo que ellas quieren. Eso pasó con Anyelí. Me pidió que sea yo la que escriba. Entonces le dije que iba a poner lo que ella me dijera. Así fue.
Terminado el texto se lo leí y quedó conforme. El texto resultó una serie de palabras con poca coherencia. Pero sonaba lindo.
Les gustó cantar al ritmo de la guitarra de Paula.
Anyelí dijo que le gustaba cantar y bailar.
Lo que me gustó fue que, entre nosotras, se armó una conexión, breve, espontánea, posible.
A mí me conmovió esa tristeza profunda, esas quejas, la protesta.
Pero hubo un encuentro, un punto en el que coincidimos. Y eso es lo que me llevé.
EL TEXTO DE LILIANA
en el Moyano
párpados caídos
para guardar la borra de la historia
la vida que no
el descariño hirviendo
como el agua de un amanecer
el piso se arrastra por las suelas
la ventana mira el vidrio de los ojos
otra pastilla rosa
para que la caída del sol
no pegue fuerte
para escribir solo
otro día más
Liliana Corredera
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