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El aporte de Gabriela Ramírez Rey: el texto de "Como se sente uma mulher" ("Cómo se siente una mujer") por Claudia Regina

NOCHES BLANCAS
Cómo se siente una mujer

23
MAY

"Do you know what it feels like for a girl?
Do you know what it feels like in this world?"
Madonna


Sucedió ayer. Salí del aeropuerto. En una caminata de diez metros, sólo veo hombres. Conductores de taxi hablando fuera de los autos. Empleados con remeras de “¿puedo ayudar?". Un hombre con un maletín y el celular en la mano. Muchos hombres, repartidos en diez metros de camino. Al caminar esos diez metros, me siento como una gacela paseando entre leones. Soy observada por todos lados. Medida. Analizada. Mi cuerpo, mi culo, mis pechos, mi pelo, mis zapatos, mi vientre. Todos ellos me están mirando.



Sucedió cuando tenía trece años. Practicaba un deporte casi todos los días. Dejaba el gimnasio y caminaba dos cuadras hacia la parada del colectivo, a las seis en punto. Caminaba por la vereda casi vacía al lado de una carretera principal. De estos paseos, recuerdo los primeros momentos de la violencia urbana memorable. Autos que pasaban despacio de mi lado, y desde el interior, sólo escuchaba una voz masculina: “sexy”. Hombres solos que cruzaban la vereda, miraron hacia atrás y suspiraron: “¡Qué delicia!”. Yo tenía trece años. Llevaba una calza, zapatillas y remera.


Ahora, multiplicá eso por todos los días de mi vida.

Sé que es difícil para los hombres entender cómo esto puede ser la violencia. Nosotras mismas, las mujeres, nos hemos acostumbrado a “dejarlo ahí”. Nos acostumbramos para vivir día a día.


Estos días, estaba sentada en la playa mirando el mar, y de él salió una chica. Pasó un tipo que dijo algo. Ella se apartó y se acercó a mí. Dije buenas noches, me dijo que el agua era una delicia, y hablamos un poco. Le pregunté si el chico le había dicho alguna bestialidad. Ella dijo, “sí, pero estamos tan acostumbradas, ¿no? Ya lo ignorás de forma automática”.

El privilegio es invisible. Para el hombre, sólo es posible ver el privilegio si hay empatía. Tratá de imaginar un mundo en el que, durante cinco mil años, todos los hombres fueron esclavizados, violados, asesinados, cortados, controlados. Tratá de imaginar un mundo en el que, durante cinco mil años, sólo las mujeres eran científicos, físicos, jefes de policía, matemáticas, astronautas, médicos, abogados, actrices, generales. Tratá de imaginar un mundo en el que, durante cinco mil años, ningún representante de su género ha triunfado en la televisión, el teatro, el cine, las artes. En la escuela se aprende sobre la historia hecha por mujeres, las mujeres a la ciencia, el mundo hecho por mujeres.


En su texto “Un techo todo suyo” Virginia Woolf describe por qué sería imposible que una hermana hipotética de Shakespeare escribiera tan brillantemente como él. Woolf dice:

“Cuando leemos acerca de una bruja quemada, una mujer poseída por los demonios, una mujer sabia vendiendo hierbas… creo que estamos frente a una escritora perdida o una poeta cancelada.”.

Desde el comienzo del patriarcado, hace cinco mil años atrás, las mujeres no tienen la libertad suficiente para ser científicos o artistas. Woolf explica:

“La libertad intelectual depende de cosas materiales. Y… las mujeres siempre han sido pobres, no hace 200 años solamente, sino desde el principio del tiempo”.


Este argumento no es sólo para las mujeres: pobres, negros y otras minorías no podían ser tan brillantes poetas porque, para ello, es necesaria la libertad material.


Aunque el mundo está en proceso de cambio, todavía hay menos oportunidades y reconocimiento de las mujeres y las minorías para ejercer cualquier profesión intelectual. Los lectores de una página de Facebook de la ciencia todavía suponen que el autor es un hombre y comentaristas de televisión no tienen en cuenta las manifestaciones culturales que vienen de la favela como cultura de verdad.


Es cierto: hoy en día, la vida es mucho mejor, sobre todo para la mujer occidental como yo. Pero aún siendo una mujer libre y de una vida exitosa en una metrópolis occidental, todavía se sienten en la piel las consecuencias de cinco mil años de opresión. Y si querés ver esta opresión, no hay necesidad de entrar en los libros de historia. Basta con encender el televisor.

Río de Janeiro, 2013. Una pareja es secuestrada en una camioneta. Las secuestradoras se colocaron una cinturonga, llena de mierda y moho, y violaron al joven. Todas ellas, una a una, metían ese pene enorme en el culo del chico, sin preservativo y sin lubricante. La novia, mala, intentó hacer algo pero fue atada, llevándose patadas y trompadas.

Al ver esta noticia, ¿te ponés en el lugar de la víctima (que sufrió uno de los peores episodios de violencia física y psicológica que existe) o en lugar de los que vieron? Naturalmente cambié los géneros: la violencia real le sucedió a una mujer.

¿Cuánta violencia sufro sólo por ser mujer?


En la infancia, fui excluida del scouting porque no era cosa de chicas. Fui violada a los ocho años (y al menos dos tercios de las mujeres que conozco y que conoces sufrieron alguna violación, pero probablemente no lo digan jamás). Sufrí toda la preadolescencia por no comportarme como una dama. Por no tener tetas. Por no tener el pelo largo y liso. Desde siempre he tenido mi sexualidad reprimida por la familia, la sociedad, los medios de comunicación. Si tomara la iniciativa con un hombre, sería razón para llamarme puta. En uno de mis primeros trabajos he oído que las mujeres no trabajan tan bien, ya que son muy emocionales y tienen síndrome premenstrual. En otro trabajo, mi jefe me dijo que mi cabello era feo y me ha pagado para que vaya a la peluquería, para estar más presentable ante los clientes. Decidí que no quería ser esclava de la depilación y recibo miradas feas cuando salgo en pantalones cortos o musculosas. Me he puesto un montón de maquillaje, sólo porque la televisión y las publicidades muestran a mujeres que usan maquillaje, y por lo tanto es muy común sentirse fea a cara limpia.


Vos, hombre, ¿sabés qué es maquillaje? Tener un producto para dejar la piel limpia, uno para disimular las ojeras, otro para disimular imperfecciones, otro para dejar las mejillas enrojecidas, otro para destacar las cejas, otro para resaltar las pestañas, uno para la coloración de los párpados, uno para la coloración de los labios. ¿Cuántas veces te has pasado tantos productos en la cara sólo porque tu jefe o tu primera cita te podría encontrar fea a cara lavada?

Cuando estoy en el subte, debo encontrar un lugar seguro para evitar que alguien se frote sobre mí. ¿Vos hacés esto?

Cuando voy a las reuniones familiares, me preguntan por qué estoy tan flaca, qué hice con mi pelo y si estoy saliendo con alguien, mientras que a mi primo le preguntan qué estudia y cómo va el trabajo.

En la televisión, el 90% de los anuncios me denigra. Casi ninguna película me representa o pasa la prueba Bechdel. Todas las mujeres aparecen con ropa sexy, incluso las súper heroínas que deben utilizar un traje cómodo para la batalla. Las revistas me enseñan que mi objetivo es complacer a mi hombre en la cama. Mientras los chicos se comparan el pene con los amiguitos, a mí me enseñaron que la masturbación es muy fea y que si me pongo una pollera corta, no doy respeto.

¿Cuánto tiempo me tomó deshacerme de la represión sexual y virar a una mujer que le encanta el sexo? ¿Cuánto tiempo me tomó liberarme en la cama y llegar a disfrutar mientras muchas de mi género están preocupadas en si su pareja les está viendo la celulitis o los rollitos de la cintura, y por lo tanto no puede llegar al orgasmo? ¿Cuánto tiempo se tardó en llegar a ver un pene y tener sexo con las luces encendidas? ¿Cuántas veces he oído, en el tráfico, un “tenía que ser una mujer”? ¿Cuántas veces has escuchado decir “tenía que ser un hombre”?

Todo esto para, al final del día, ir a un restorán y no recibir la cuenta cuando la pedí yo, porque hace cinco mil años soy considerada incapaz. Y todo esto, gente, para escuchar que estoy exagerando y que no existe más el machismo.

Este es un muy pequeño resumen de lo que sufro o corro riesgo de sufrir todos los días. Yo, mujer blanca, de clase media, heterosexual. Las negras sufren más que yo. Los pobres sufren más que yo. El oriental sufre más que yo. Sin embargo, todos sufrimos el mismo problema: ningún país trata a sus mujeres tan bien como a sus hombres. Ninguno. Ni Suecia ni los Países Bajos, o en Islandia! En todo el mundo “civilizado” sufren violencia, tienen menos acceso a la educación, el trabajo o la política.

En todo el mundo, todavía somos hermanas de Shakespeare.

¿Y usted, amigo lector? ¿Cuando se acerca un extraño hostil en la calle, piensa “por favor no me robe el celular” o “por favor no me viole”?



Fotos:
autorretratos por Claudia Regina.

**
NOTA DE Gabriela Ramírez Rey:
El texto original de la autora está en este link. Lo pego acá, porque varios me pidieron que lo traduzca del portugués :)
"Como se sente uma mulher"
por Claudia Regina
http://www.papodehomem.com.br/como-se-sente-uma-mulher/

FUENTE:

Gabriela Ramírez Rey | Noches blancas
https://blancasnoches.wordpress.com/2013/05/23/como-se-siente-una-mujer/

2 comentarios:

revista Beatrìzos ® dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
revista Beatrìzos ® dijo...

Bien, aún se sigue siendo hermana de Shakespeare
hasta que no cambie del todo el paradigma hetero-política
(medio como expresa nuestra poeta y ensayista L. Silvestri)