Abandonarse a las vibraciones de los muros, allí donde perdemos el nombre: donde el gris es desconsuelo de grietas entre los ladrillos viejos - La sensación latiendo, a la espera de que se parta la pared: la sensación de saltar el muro, el escape, los verdes golpeando en la mente, el corazón acelerado... Puertas clausuradas, la curiosidad que impulsa a dos, el vértigo en la cornisa de la locura, con sus persianas cerradas a la luz amarilla de este sol bendito - Dejarse - Se saborea en el aire la soledad angustiada de las ruinas y se bebe la poesía en el grial del abandono; caminamos, pasto suave, tierno, sabia fresca y el espejo de cuartos inhabitados que quizá se semejen a algunos laberintos internos: caer con gusto por pasillos negros, dejados, sucios, con aliento de toro encarcelado, de pájaros muertos, de intemperie, de tanto vacío - Dejar que el silencio abra su candado y penetrar en el sueño de las camas sin nadie; donde este sol está solo en la imaginación porque tras la medianera mora la ausencia de velas y de lámparas - Muy adentro, el paredón enraiza y se hace hiedra y hojarasca y se destiñe una melancolía como un castillo derrumbado; inútil es despreciar la invitación de la tristeza al festín de este desamparo agridulce: ya las paredes no guarecen, son cascotes polvorientos - Caminamos, con el asombro titilando en la retina, inspirando la mirada - Duelen los gritos acallados y contenidos, es feroz el poder de las paredes cuando guardan tanto ayer ceniciento: y vamos más allá de la reja, más lejos, guiados por el llamado de fantasmas arcanos que pululan por las escaleras - Este paseo es una foto de colores lúgubres que atrae poderosamente y no es posible distinguir quien guía... Solamente andar por el placer de andar sin la certeza de la llegada y sí con el desconcierto de la sorpresa - Las paredes aúllan tantas sensaciones y una angustia mansa se prende a los vidrios donde se observa el jardín secreto - Nace el suspiro que es quizás la señal del espíritu del muro y la palabra enciende su ofrenda a las almas perdidas; entre tantos grises y tanta soledad, una glicina en la tarde borra con su color la línea irrelevante que separa el adentro del afuera.
GABRIELA MIGLIANO
(dedicado al Taller de Apoa en el Moyano)
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