Miércoles 33 de marzo. Año 2016 (pobre "A").
Hace bastante que me desentendí (o me desentendieron) como jornalero del Sistema Salud de la CABA (ex-muni). Hay días que hay ráfagas de "Por suerte". Pero hay días con ráfagas de "Por qué no regreso". Ahora, en los días de ráfagas de "por suerte" me tomo tan en serio la ráfaga que me es imposible recordar en qué trabajé o con qué alimenté a mis pájaros, a mis gallinas (que ponen los huevos por ahí) y ni con qué producto fulguré las plumas de Zat, mi gallito, en el lapso de los años. En cambio de Luisito recuerdo..., sé con qué lo alimenté después del calostro. Mi mente agradece las ráfagas de "por suerte" donde el olvido se hace piel y carne, salpullido y grano... y me rasco, y me rasco tanto que doy con el paraje de las carencias: no ideas, no edad, no nada. Ete aquí el descubrimiento: se desconoce los años de la humanidad (puro verso, verso puro los datos que nos tiran los que dicen investigar) En ese mismo sitio y linea de cuestionamiento en el sol -que como siempre está arriba- no sólo se nos hace intocable sino que de igual modo -que con la humanidad- no hay modo de calcular los años del sol. ¿Cuántos años tiene el sol? ¿millones de años? (otro verso) En definitiva, cada vez que me rasco el grano llego a la siguiente conclusión: las definiciones sobre este mundo son versos (puro verso). Con la mano sobre esta Biblia, palabra de Pájaros, juro: todo es volada.
Muchos parecemos, pero no lo estamos y no estamos aunque tus ojos (lector) me vean y me lean. En este momento sólo practico, ensayo y me preparo mentalmente por lo que me pasó el viernes: "Me va a conocer. Humm". Pondré cara y ojos de rabiosao... No, mejor la cara seria (es lo que más asusta de mí) Entre la boga y la franela de los expedientes, no sé... Me miro otro granito y pienso... ¡Uy Horacio! ¿qué hora será? ¿Quéhora será? Qué horaserá. Quéhoraserá. Qué hora es ¿estará abierto el Moyano? ¿Encontraré a Horacio y a la Maga? ¿Qué estarán leyendo?
Uy.
Ingreso al Moyano por la playa de estacionamiento, aquí se suelen dejar coches, coches de cuatro ruedas estacionados. Los coches atrás. Antes de cruzar la puerta me limpio las lagañas...
¿A dónde vas?
Esteeeaa busco un taller de lectura, de poesía o de cuentos; algo así...
No me mientas ¿conseguiste cigarrillos?
Seguí de largo. Y le pregunté a otro de la vigilancia: "busco un taller de lectura, de... versos, ...".
Ah sí, la casa amarilla de la biblioteca, es aquella (me la señala con la nariz). Por la escalera..., creo que es el segundo piso.
No sabía que habían trasladado La casa amarilla, sabía lo de Colón, pero no lo de la Casa...
Subí por escalera de mármol. Abrí una puerta de madera: "Buen día busco el taller mecánico de lectura". Una señora amablemente: "por la escalera".
Subo. Abro otra puerta me meto y en eso a través de un hueco veo la cabeza de un flaco clavada en una pantalla: "Buen día busco el taller...".
Ni idea. Preguntá "adelante".
¿Tengo que volver a la "entrada"?
No. Adelante, al jol -recalcó.
"Adelante", el jol repampeano. Miré de un lado a otro, giré la cabeza para un lado, para el otro y nada. Apenas un pájaro que caminaba rengueando. Éste me indicó el camino: atravesás los árboles, saltás por el cablerío, luego un piolín y apenas corrés uno de los postes vas a ver una "biblioteca, cuadros" y grandes y anchos palos sembrados con "migas".
Allí estaban.
El pájaro Pablo descuartizando libros, la pájara Gaby con su: "¡qué nivel!". La pájara Nené con el sol en las cuerdas vocales arrancaba lectura de un folletín:
— ¿"ato"? ¿qué es ato? ¿Profesor dice ato aquí?
A ver..., ..., sí dice ato.
— ¿Y qué es ato?
Continuá... -le dice una de las pájaras.
— Pero ¿qué es ato?
Ato. No importa, dale, seguí leyendo que se gasta la batería, nos están filmando -la pajarita Nadia, a la que el cigarrillo la hace reír.
Al rato la pajarita Nadia nos leyó un editorial: Se escapó una boa en mi barrio, es gigante, larga, gruesa y le gustan las mascotas. El domador de boas dice que estaba bien alimentada y le avisó al barrio que no teman por sus mascotas. Todos están contentos y a salvo con el domador de boas que en sí trabaja paseando perros. Él dice que los dientes de la boa son menos peligrosos que los de gatos y bla, bla, bla. Saraza ama a su boa. Y la boa no ama a Saraza. Pero el periodista insiste: ¿se habrá ido con el hurón? El muchacho que sabe de boas le responde: puede ser. Los hurones se enamoran, por eso los tienen atados en los sótanos. El periodista insiste: Y Saraza... El muchacho le responde: no es mi tema.
Estoy escuchando atentamente cuando en eso veo, en la ventana, un pájaro de otro bando (es un pájaro bandido. Lo conozco). Reparo en su pose y en sus oídos: escucha. Esa actitud me incomoda: Escucha. Rajará... Escucha. Sé que en cualquier momento rapidito caminará como en punta de pie llevándose poesías, las migas y...; advierto a los otros pájaros y pájaras lo que podría sucedernos cuando los pájaros bandidos se llevan las poesías y las migas. Es grave lo que sucede. De todos modos no hay caso, a nadie se le mueve ni una pluma.
Es mi turno. Leo: todos juntos en esta mesa, con dos o tres integrantes más. Ojo con las plumas, se las arrancan, te clavan los canutos en el ojo y empiezan a sorber como si fuese una pajita el huevo pasado por agua. El placer los envuelve. El deseo se les cumple: te morfaron los ojos. Se morfaron la mejor parte. Dicen que lo más rico del ojo es la clara. Y el hueco de las órbitas lo usan para hacer sus nidos. Y asi camina la gente y los pájaros atacados por los pájaros bandidos: con nidos en los ojos. Los pájaros no cantan ni hablan -lo sabemos-. Por más que los escritores se esmeren y confundan, lo sabemos.
Es el turno del pájaro Pablo: ... aquí confiesan sus mentiras de la infancia. Sus robos: el dulce de leche y el helado compartido con sus perros. Y confiesan sus sueños. La bolsa negra que los aguarda o la identificación que pende del dedo gordo del pie, no importa.
Seguimos leyendo.
Escribimos.
Vino la música.
Se asomaron el Sol de Monterrey y el de ahí
y la mañana fue. Y nosotros
en tanto pájaros y pájaras también.
Soy yo.
Subí.
Hola.
Te parece a vos lo del viernes. Me carajeastes.
Ale vengo del Moyano.
¿Te pasó algo?
No. Qué te parece si empezamos de nuevo. Poné la cafetera mientras yo voy por unos turrones. Y leemos los expedientes... ¿querés?
Sí. Pero decime: ¿seguro que no te pasó nada?
No, nada malo. Voy por los turrones.
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