Próxima Reunión: miércoles 20 de MARZO de 2024, 10 hs. ¡¡ FELIZ 2024 !!

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Reunión miércoles 04-08-2010 - La mirada de Leonor Mauvecin


La mañana fría y luminosa se veía más clara en el jardín del Hospital Moyano, el verde del pasto de Buenos Aires siempre sorprende a los que, como yo, venimos de una ciudad seca y mediterránea como Córdoba. Al lado derecho de la Capilla había dicho Daniel Grad, el simpático y voluntarioso coordinador del Taller Literario. Una puerta de madera lustrada, una escalera de mármol gastada por el ir y venir de pacientes, médicos y enfermeras y una reja, fue el primer descubrimiento de un mundo diferente, un mundo donde los sueños suceden detrás de esa puerta. ¿Terapia a corto plazo? —pregunté- y… allí estaban reunidas alrededor de la mesa, nueve mujeres, entre ellas Daniel sobresalía por su altura, su porte relajado y su conversación animada. Al poco rato yo, era una de ellas, yo y Silvia, esa jovencita italiana nacida nada menos que en una ciudad mágica -Venecia y que había tenido el gusto de conocer y escuchar su hermosa poesía en el Café Literario del lunes "Lecturas en Bartolomeo", ella y Ana Claudia (otra poeta) eran visitas como yo, visitas que estábamos dispuestas a escuchar y a compartir nuestra poesía.
La mañana se llenó de voces, algunas soñolientas, otras vivarachas y la dulce voz de Eva que con su mate generoso entibiaba el frío de este invierno implacable; frío que se fue derritiendo en mi corazón con cada voz, con cada poema conmovedor y bello que remontaba el vuelo como las grullas que se sueltan al aire para volar con ellas y sobrevivir. Eva no sólo integraba el grupo con su tibieza sino que sorprendía con su poesía, y en su voz atenta y melodiosa se leyeron mis poemas, esos que llevé de mi "Jardín Salvaje" para compartir.
Mariel, joven y bonita, me deslumbró con sus "Naranjas", poema excelente que con suave voz leyó y Daniel lo guardó en su grabadora, como hizo con cada uno de los poemas que esas hermosas mujeres dijeron esa mañana para nuestro regocijo. Así Silvia, Verónica -que leyó en francés-, Yolanda que escribió sobre su querido pueblo, Marcela que nos trajo el aire del mar en el frío del sur, Sandra con sus amores y sus nostalgias que me pidió que leyera sus proso-poemas.
Amor, dolor, nostalgia, sueños, salud, enfermedad, encuentro distancia, compañía y soledad cuánto por decir, cuánto por callar... mujeres atrapadas en el laberinto de la realidad, que buscan el hilo finísimo de la araña que les permita tejer la tela de la salud y de la vida... Y allí las palabras como puente a ese otro mundo bullicioso del afuera, a ese mundo donde la familia, los hijos, el amor esperan... y nosotras que llevamos unas pocas palabras en nuestros poemas como una mano amiga y ellas que nos ofrecen su amor en el abrazo.
La fría sala del Hospital, la mesa de madera, el halo siniestro de la oscuridad se llenaron de luz y las sombras se acurrucaron, aunque sea por un instante, del otro lado de ese espejo que permitió que yo me viera en ellas, retratada en una realidad que muestra una cara oculta y sombría como la otra cara de la luna. Realidad secreta que muchas veces queremos ignorar que existe.
Salí del Hospital, era el mediodía, el sol iluminaba la mañana de invierno, las voces sonaban en mis oídos, sus ojos somnolientos quedaban en mi memoria... y sus palabras, ese puente magnífico hacia la vida y Daniel y su obra generosa en ése, su Taller Literario de miércoles en el Moyano.

Leonor Mauvecin.


EL LIBRO DE ELENA
De Leonor Mauvecin (inédito)


SON LAS ALAS DEL VIENTO

Son las alas del viento/ las que hablan
las que murmuran
como oscuras mariposas arañan mi piel
pero yo la perfumé con alcanfor y eucaliptos
para espantar los males.
Y para espantar los dolores / bebí poleo / ruda y ajenjo
en medio de la noche.
He bebido la noche en medio del silencio
He bebido el silencio en medio de la soledad.

Pero el silbido del viento me recuerda:
— estás sola.
El silbido canta al oído una canción secreta:
— Eres mi hija – me dice.
Y yo / no lo quiero escuchar.


QUIÉNES SOMOS

Fuimos con mi madre al monte
a buscar tomillo / para perfumar el mate.

La tierra nos concede hierbas olorosas.

Un té de poleo para reconciliarse con la vida
en la mañana.
Y en la casa
en la penumbra fresca de las tapias
crece la yerbabuena y la menta para alegrar la tarde.

Es la tierra / que hechizada en el verde de las hierbas
vuelve a nosotras
y en su sabor amargo / en su perfume
nos recuerda quiénes somos.


PALOMAS DE HARINA

Le doy forma y me creo Dios
Glauce Baldovin


Mis manos son palomas de harina cuando amasan.
Vuelan sobre la mesa /dibujan un nido
pongo allí los huevos / y la blancura
acuna el sol y la vida / como una moneda dorada.

Estiro la masa / hundo las manos y en ella
me creo Dios..
Un perfume a monte ahúma la tarde.
Un olorcito a pan
invade la casa.
Entonces
como un aroma suave / me consuela
el olvido.


DULCE DE DURAZNOS

Tierna lozanía en el agua de ceniza / los duraznos maduros.
Cristales de azúcar en el calor de las brasas / el almíbar.
Abrillantan soles
en los frascos de vidrio con un carozo escondido.
Se ocultan entre la loza blanca
entre los zapallos y los oscuros ajíes y las naranjas .
Adrenalina en mis manos en la siesta
Dulce regalo
el placer
hurtado del armario en la cocina.

Pero la avaricia del convento
tiene un cuerpo que ondula y serpentea
se viste de sentencias
como un eco / como la campana de la iglesia / repite:
- El infierno tiene el color de los duraznos.
Saco la lengua, la paso por mis manos / por la comisura de la boca
y pienso: Dulce sabor tiene el pecado.

Leonor Mauvecin.

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