Próxima Reunión: miércoles 25 de SEPTIEMBRE de 2024, 10 hs. ¡¡ FELIZ 2024 !!
http://www.apoaenelmoyano.blogspot.com/ ES EL BLOG DEL TALLER DE POESÍA DE APOA EN EL HOSPITAL MOYANO - Correo electrónico: poetasdelmoyano@gmail.com - Hospital Dr. Braulio Moyano: Brandsen 2570, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
IMPORTANTE: VER AL PIÉ DE ESTA PÁGINA EL "ORGANIZADOR / ÍNDICE" (desde donde se puede llegar directamente a todas las entradas del blog).
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"HOTEL SAMSARA" y "EL MAR ES MI PADRE": los textos de Mónica en respuesta al libro de Pablo Müllner "Hospital Samsara"
HOTEL SAMSARA
1.-
En el segundo piso habitación 213, vivía el nonagenario Dr.Curetta, médido y sádico de profesión. Parecía tener los secretos de la vida eterna pues se mantenía lúcido, activo y trabajando.
Vivía en su quinta convivencia con Mimí de unos setenta años bien llevados.
El doctor se dedicaba a confeccionar certificados de inasistencias para los trabajadores. No las cobraba muy caras pero tenía su sadismo puesto en la confección de las mismas, él mismo se descostillaba de risa al hacerlas y admiraba su propia creatividad. Escribía certificados estrafalarios e increíbles.
En una por ejemplo que presentó Abel del primer piso, le recomienda dos días de licencia por estar creciéndole cierto tipo de flora intestinal compatible a la vegetación del Botánico. Con presencia de gatos que le provocaban dolor abdominal agudo. Al presentarla lo despidieron inmediatamente. Nadie podía agredir al doctor cuyos vecinos de piso eran dos matones encargados de su protección.
Su tarea era de lunes a domingo, excluyendo el sábado que era su día libre.
2.-
El primer piso era residencia de familias tipo. No se aceptaban más de dos críos. Cuando llegaba un bebé al mundo al Hotel Samsara y lloraba a más no poder dejando a todo el hotel despierto de noche, bajaba Mimí, la esposa del Doctor con un frasquito para que le administren al niñito para calmarlo. Era vino, del más barato, con azúcar. El chiquito quedaba palmado toda la noche y se creaba un futuro alcohólico.
3.-
Los de la planta baja generalmente eran desempleados en su mayoría gracias a las recetas del Dr. Curetta. Eran adictos al juego y a las apuestas.
Una de ellas, que más le divertían era para qué lado quedaba el altísimo rodete de Mimí Curetta. Como se despachaba con un frasco de aerosol fijador, era inevitable, por el volumen de su cabellera que, a la hora quedase torcido. Izquierda o derecha. Ganaban prácticamente los mismos.
4.-
En el primer piso, en la habitación con balcón a la calle de Suárez al 1200 vivía la familia tipo de Aristóbulo del Valle. Así se hacía llamar este cantor de tangos. En el bar de dos cuadras bajando a la Brown, se presentaba su show, típico por su corta duración y lluvia de moneditas de cinco centavos, esas que nadie quiere más.
En cambio su esposa Fátima, con quien tenía dos hijos, una prostituta a medio tiempo las cosas le iban bastante bien. Tenía un cuerpo exuberante y en sus tetas y cola se podía apoyar un vaso con una botella de vino sin que se caigan. Medía un metro sesenta y era bastante rolliza. Su rostro hermoso hacía suspirar a más de uno. Pero no hacía negocios en el hotel. Sólo en el bar donde cantaba o pretendía cantar su marido, y un hotel de caballeros de la vuelta de Suárez. Ella, por supuesto, sostenía la familia.
5.-
El dueño del hotel, un viudo de unos 65 años, oriundo de Galicia, era riguroso en ciertas reglas. En otras hacía la vista gorda. Siempre le regalaban una botellita de vino ó jerez, sobre todo el Dr.Curetta para que pudiera trabajar tranquilo. No hacía excepciones con la regla de los del primer piso, dos críos por habitación y punto.
Algunos sábados se lo oía lloriquear por la falta de compañía. No se sabía bien de quién se trataba ya que estuvo vinculado con un muchacho de la planta baja que casi le cuesta la cárcel. Gracias a la intervención de Fátima que pasó revista a la seccional se libró de ello y no molestaba a Fátima por las demoras de pago.
EL MAR ES MI PADRE
Nací en una familia de pescadores. Mi padres, mis tíos y mi abuelo tenían un barco que había salido a la mar muchos amaneceres. Los he visto desde pequeño con sus mamelucos y las botas de goma altas. Me encantaba verlos partir y luego mi mamá me llevaba al colegio. Cuando volvía a casa había aroma a limón , mi papá se bañaba con un jabón especial. Ellos también faenaban, era toda una empresa familiar.
Amaba al barco y al mar. No me imaginaba otra cosa que ser capitán. Para disgusto de mi mamá pasaba horas en el puerto. Conocía perfectamente los pescados y los distinguía con una rapidez asombrosa, por este motivo yo también me bañaba con limón y mis hermanas se burlaban de mí.
El abuelo decía que cuando cumpliera los catorce iba a salir con ellos a alta mar.
- Fascinante, le decía .Y el reía feliz.
Mis hermanas eran un asco para mí. Sólo pensando en novios y fiestas. A mis tíos los quería mucho, ellos me enseñaban todo; las mareas, los cambios de corriente y también a nadar.
Llegaron mis catorce años. Fiesta aparte, yo sólo quería ir con la tripulación del “Horizonte Azul”. Todos estaban entusiasmados, era cuestión de horas para que me uniera a ellos. Pero hacía mal tiempo.
Con toda la emoción contenida, fuimos al puerto, papá, el abuelo y yo. Los tíos y dos muchachos más se reunieron con ellos. Llovía mucho.
El abuelo volvió y me dijo:
- El barco necesita salir, pero tú y yo nos quedamos.
Me puse a llorar como loco. Mi abuelo me tomó de la nuca y me dijo:
- Debes aprender a respetar la decisión de los mayores. Hoy no es el día.
Asentí y dejé de llorar.
De pronto la lluvia se hizo más intensa y había un viento de mil demonios.
Uno de los que trabajaban en la faena se acercó y dijo:
- Es una tormenta de puta madre.
A la hora empezaron a volver los barcos. El abuelo no dejaba de fumar. Al rato vinieron mi mamá y mis tías.
- No llega, no llega! Vociferaba mamá.
Mi abuelo me estrechó entre sus brazos y me llevó a casa. Yo lloraba aferrado a su mameluco.
En ese momento nadie decía nada.
Fui a la universidad y me recibí de médico. Vivo en Buenos Aires.
Vine a visitar a la familia en Semana Santa, con mi esposa y mis hijos. Los llevé a la playa. Mientras jugaban me quedé mirando el mar y cerré los ojos.
Mónica.
1.-
En el segundo piso habitación 213, vivía el nonagenario Dr.Curetta, médido y sádico de profesión. Parecía tener los secretos de la vida eterna pues se mantenía lúcido, activo y trabajando.
Vivía en su quinta convivencia con Mimí de unos setenta años bien llevados.
El doctor se dedicaba a confeccionar certificados de inasistencias para los trabajadores. No las cobraba muy caras pero tenía su sadismo puesto en la confección de las mismas, él mismo se descostillaba de risa al hacerlas y admiraba su propia creatividad. Escribía certificados estrafalarios e increíbles.
En una por ejemplo que presentó Abel del primer piso, le recomienda dos días de licencia por estar creciéndole cierto tipo de flora intestinal compatible a la vegetación del Botánico. Con presencia de gatos que le provocaban dolor abdominal agudo. Al presentarla lo despidieron inmediatamente. Nadie podía agredir al doctor cuyos vecinos de piso eran dos matones encargados de su protección.
Su tarea era de lunes a domingo, excluyendo el sábado que era su día libre.
2.-
El primer piso era residencia de familias tipo. No se aceptaban más de dos críos. Cuando llegaba un bebé al mundo al Hotel Samsara y lloraba a más no poder dejando a todo el hotel despierto de noche, bajaba Mimí, la esposa del Doctor con un frasquito para que le administren al niñito para calmarlo. Era vino, del más barato, con azúcar. El chiquito quedaba palmado toda la noche y se creaba un futuro alcohólico.
3.-
Los de la planta baja generalmente eran desempleados en su mayoría gracias a las recetas del Dr. Curetta. Eran adictos al juego y a las apuestas.
Una de ellas, que más le divertían era para qué lado quedaba el altísimo rodete de Mimí Curetta. Como se despachaba con un frasco de aerosol fijador, era inevitable, por el volumen de su cabellera que, a la hora quedase torcido. Izquierda o derecha. Ganaban prácticamente los mismos.
4.-
En el primer piso, en la habitación con balcón a la calle de Suárez al 1200 vivía la familia tipo de Aristóbulo del Valle. Así se hacía llamar este cantor de tangos. En el bar de dos cuadras bajando a la Brown, se presentaba su show, típico por su corta duración y lluvia de moneditas de cinco centavos, esas que nadie quiere más.
En cambio su esposa Fátima, con quien tenía dos hijos, una prostituta a medio tiempo las cosas le iban bastante bien. Tenía un cuerpo exuberante y en sus tetas y cola se podía apoyar un vaso con una botella de vino sin que se caigan. Medía un metro sesenta y era bastante rolliza. Su rostro hermoso hacía suspirar a más de uno. Pero no hacía negocios en el hotel. Sólo en el bar donde cantaba o pretendía cantar su marido, y un hotel de caballeros de la vuelta de Suárez. Ella, por supuesto, sostenía la familia.
5.-
El dueño del hotel, un viudo de unos 65 años, oriundo de Galicia, era riguroso en ciertas reglas. En otras hacía la vista gorda. Siempre le regalaban una botellita de vino ó jerez, sobre todo el Dr.Curetta para que pudiera trabajar tranquilo. No hacía excepciones con la regla de los del primer piso, dos críos por habitación y punto.
Algunos sábados se lo oía lloriquear por la falta de compañía. No se sabía bien de quién se trataba ya que estuvo vinculado con un muchacho de la planta baja que casi le cuesta la cárcel. Gracias a la intervención de Fátima que pasó revista a la seccional se libró de ello y no molestaba a Fátima por las demoras de pago.
EL MAR ES MI PADRE
Nací en una familia de pescadores. Mi padres, mis tíos y mi abuelo tenían un barco que había salido a la mar muchos amaneceres. Los he visto desde pequeño con sus mamelucos y las botas de goma altas. Me encantaba verlos partir y luego mi mamá me llevaba al colegio. Cuando volvía a casa había aroma a limón , mi papá se bañaba con un jabón especial. Ellos también faenaban, era toda una empresa familiar.
Amaba al barco y al mar. No me imaginaba otra cosa que ser capitán. Para disgusto de mi mamá pasaba horas en el puerto. Conocía perfectamente los pescados y los distinguía con una rapidez asombrosa, por este motivo yo también me bañaba con limón y mis hermanas se burlaban de mí.
El abuelo decía que cuando cumpliera los catorce iba a salir con ellos a alta mar.
- Fascinante, le decía .Y el reía feliz.
Mis hermanas eran un asco para mí. Sólo pensando en novios y fiestas. A mis tíos los quería mucho, ellos me enseñaban todo; las mareas, los cambios de corriente y también a nadar.
Llegaron mis catorce años. Fiesta aparte, yo sólo quería ir con la tripulación del “Horizonte Azul”. Todos estaban entusiasmados, era cuestión de horas para que me uniera a ellos. Pero hacía mal tiempo.
Con toda la emoción contenida, fuimos al puerto, papá, el abuelo y yo. Los tíos y dos muchachos más se reunieron con ellos. Llovía mucho.
El abuelo volvió y me dijo:
- El barco necesita salir, pero tú y yo nos quedamos.
Me puse a llorar como loco. Mi abuelo me tomó de la nuca y me dijo:
- Debes aprender a respetar la decisión de los mayores. Hoy no es el día.
Asentí y dejé de llorar.
De pronto la lluvia se hizo más intensa y había un viento de mil demonios.
Uno de los que trabajaban en la faena se acercó y dijo:
- Es una tormenta de puta madre.
A la hora empezaron a volver los barcos. El abuelo no dejaba de fumar. Al rato vinieron mi mamá y mis tías.
- No llega, no llega! Vociferaba mamá.
Mi abuelo me estrechó entre sus brazos y me llevó a casa. Yo lloraba aferrado a su mameluco.
En ese momento nadie decía nada.
Fui a la universidad y me recibí de médico. Vivo en Buenos Aires.
Vine a visitar a la familia en Semana Santa, con mi esposa y mis hijos. Los llevé a la playa. Mientras jugaban me quedé mirando el mar y cerré los ojos.
Mónica.
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