Sanar a través de la Poesía
Lo que, de tan habitual, se torna automático, lo que creemos sobrentendido, el valor de las cosas, se ablanda para transformarse cuando cruzamos el portal del Moyano. Suaviter in modo, fortiter in re. Con la etiqueta en mente, observamos los rostros de las chicas. Cada palabra debe ser explicada, cada acción. No sabemos bien cómo. Suave en el modo, fuerte en la cosa. En un dirigir cariñoso, como de infantes a sus juegos, se arma la ronda del taller bajo un gran árbol. Hospital tipo francés. El diálogo es difícil. Cuesta responder en qué día vivimos (tremenda convención, invento, cuyo riesgo de abandono viene en pack con un boleto al gueto de los alienados, dementes, etc.) ¿Cómo te llamás? ¿Por qué preguntan los segundos nombres? ¿Por qué anotarlos? ¿Vos sos de adentro o de afuera? Ésa es la cuestión. El límite es ambiguo, solo nos da seguridad el hecho de no aparecer en una lista. Las participantes no prestan atención con la sucedánea manifestación física que creemos correspondiente al proceso básico atencional, pero, de alguna manera extraña, está presente. Aparecen los poemas, varios escritos en apenas uno o dos minutos, tras una breve consigna de Grad. Arranca la maquinaria del discernimiento profundo y visceral. "Renunciar al pasado es quemar un presente que pudo ser eterno", dice uno de los versos de Mariana. ¿Cuántos poetas conocidos consiguen su nivel de profundidad? ¿Cuántos pasan por sitios similares, usan las mismas metáforas, los mismos argumentos, que estas chicas, que padecen y son medicadas con fuerza, retenidas, aisladas, carentes de estímulos continuos, amores, familia, detenidas en algún punto lejano de sus ciclos vitales? "Una amiga muerta, un amor que no resultó, un padre que huyó / el odio se apoderó de mis sentidos y fue el camino a la locura". Más claro, imposible. La letra que cura, la letra que habla, habla en la poesía. La letra denuncia: "¿Cómo pude dejar que alguien del turno me tocara y me hablara de amor? / ¿Cómo pude dejar que me quitaran la ropa y seguir esa farsa hasta el final?". Las impostaciones de los poetas serios son la contracara estúpida de estas chicas. "Escapo de esta jaula de locas escribiendo un poema, escapo de los mediocres". Mi respeto sincero a estas mujeres que, a pesar de todo, tienen la voluntad de participar activamente en la poesía. Mi admiración a su guía paciente, Daniel Grad, por dedicarse a un trabajo que se parece mucho a sembrar en el desierto, desprovisto de la recompensa de la memoria, de la constatación de progreso, del reconocimiento, cada nuevo día, con una sonrisa, Grad tiene que repetir su nombre a algunas de las chicas como si fuera el primero. Pero está la poesía que ellas dejan, su claridad: "Monstruos, ¿quiénes son ellos sin nosotros?", dice el último verso de Eliane Macarena.
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