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"La Trastornada" -teatro- de Ariel Gurevich: ¿Por qué los títulos? y su mirada + Escena VI: Conservatorio Fracassi


¿Por qué los títulos?
LA TRASTORNADA
Ariel Gurevich


Las escenas de La Trastornada están divididas por títulos (“I. Llegada”, “II. La flor de mi secreto”, “III. Ada Falcón”, “IV. La vida de los doctores”, “V. Yo, tú y las rosas”, y así hasta el número 10). Distintas estrategias hay atrás de este recurso. Los títulos son, primero, especie de capítulos de esta novela que es la obra, en un sentido narrativo, pero sobre todo de telenovela, de culebrón, de melodrama, que son géneros con los que la obra juega. Sin embargo, el primer impulso o ganas, como queramos llamarlo, al poner los títulos fue pensarlos como una lista de canciones, cada título como el nombre de los temas de una playlist que forman esta obra/concierto. La Trastornada, esa “paciente”, ingresa a la casa de Nidia y Mabel para musicalizar sus vidas, para enfrentarlas al misterio de ellas mismas, para que se escuchen su propio soundtrack, para cantarles toda la pasión que domesticaron.



La obra sería un “disco” formado por estas escenas o tracks. Esta hipótesis de forma, pensar la estructura dramática como análogica a algo (una escalera caracol, una pizza de ocho porciones, una calesita o una pista de autitos chocadores) es una herramienta operativa que a los dramaturgos nos sirve para estructurar. Esta obra en particular (y creo que todas las obras de teatro) se escriben de a fragmentos, de a pedazos y cachos, que después alguna hipótesis de forma tiene que reunir. Los títulos en este caso hacían evidente la estructura fragmentaria de la obra (esa es otra estrategia que usamos, tratar de transformar las “debilidades” de un material, en sus hipótesis poéticas, por ejemplo, no podía lograr que La Trastornada hablara, entonces fue un personaje construido en sus silencios, una “muda que canta”). Si el personaje de la Trastornada es una pantalla donde Nidia y Mabel se proyectan, es también un espejo roto, y esta imagen de espejo estallado fue otra que me acompañó (creo que Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso habla del discurso del enamorado sin continuidad, como una especie de danza formada de motivos, sin principio ni final, como abejas alrededor de un panal o ráfagas sintácticas). El recuerdo de la pasión siempre se da de a fragmentos muy cargados de sentidos y también de pavadas muy cargadas de sentido o de fragmentos que son pavadas significativas (cuando me miró, cuando me llamó, cuando fuimos a…, el día que me dijo… ). Nadie recuerda de forma lineal, entonces el disco que es la obra es también el disco de la propia pasión amorosa (rota) y reconstruida por aquel que está en duelo.



Algunos títulos son nombres de canciones que la Trastornada canta (“IV. Yo, tú y las rosas”, “VII. Egoísmo”, “VII. Hambre”), otros son fragmentos de canciones que no quedaron (“Viniste con tu mundo a mí” de la canción de La Mary, cantada por Marikena Monti), otros son guiños (II. La flor de mi secreto), por la película de Almodóvar (también homenaje a la novela rosa). Otros son de fantasía, llamémoslo: “VI. Conservatorio Fracassi”, “X. La primera Mañana”). Títulos como forma de nombrar y como divertimento. Títulos también, como llaves de lo que la escena oculta. Títulos como forma de ordenar al espectador en una trama discontinua. Título y titular como forma de nombrarse, de recortar, de construir el acontecimiento.



La obra también trabaja sobre una idea de los pitagóricos, la música de las esferas, a través de la cual se expresan las formas divinas del orden (cosmos) y en la que el grado máximo de música sería el silencio. Porque el silencio es el encuentro final y pleno con la música de las esferas, que siempre estuvieron y ya no escuchamos. Para los pitagóricos el número perfecto es el 10, y así la obra debía tener 10 títulos y 10 escenas. El teleteatro, el bolero, el sketch televisivo, pero sobre todo Pitágoras está, secretamente, en la estructura de estos 10 títulos y estas 10 escenas.




VI. Conservatorio Fracassi
El Pianista toca el segundo movimiento de la Sonata para piano nro. 5 de Beethoven, Op. 10.

MABEL: ¿Y éste quién es? ¿Qué hace un hombre acá?

NIDIA: Apareció y se puso a tocar. No tuve fuerzas para decirle andate.

MABEL: ¿Dejaste entrar a un caso masculino? Mirá que después la casa lo va a empezar a sentir.

NIDIA: No es cualquier caso. Lo fui a buscar a una casa de altos estudios artístico-musicales. El conservatorio Fracassi.

MABEL: ¿Fracassi?

NIDIA: Sí, una institución dedicada al saber en sus más elevadas esferas. Tienen de todo: armonía y contrapunto, guitarra con acompañamiento y bombo, hasta zapateo americano enseñan.

MABEL: (Al pianista.) Mirá querido, acá hay una mujer de aspecto… despeinado. Necesitamos que te la lleves. Vayan por bares de mala muerte, encerrate con ella pero sacala de acá. Nosotras probamos de todo y no hay caso. Además, habla poco y es sumisa, y vos, bueno, está a la vista lo que sos.

NIDIA: ¿Y si nos ayudás a establecer un puente? Ella nos trae un mensaje que no podemos oír. Vos con esas dos manos, la izquierda y la derecha juntas, tal vez tengas la llave que pueda abrirnos al misterio que ella canta.

MABEL: Dejá de tocar ese mueble. ¿Tantas mujeres acá y lo único que tocás es el piano?

NIDIA: La trastornada cayó en el caos. Cayó en la enfermedad, que es desorden, lo contrario del cosmos. Estuve averiguando, y determinadas melodías pueden devolver la paz a los espíritus vencidos. ¿No pensaste eso, Mabel?

MABEL: ¿Qué cosa?

NIDIA: Que no canta porque está loca. Canta para estar mejor.

MABEL: No sé si te entiendo. A mí todas estas notas me confunden.

NIDIA: No tenés que entender, tenés que escuchar. ¡Música, maestro!

MABEL: ¿Qué maestro?

NIDIA: ¿Sentís? Son las primeras dos notas de la sinfonía de Superman. Uy, qué fuerza tiene. Te sentís volar.

MABEL: Soy profesora elemental de teoría y solfeo y no toco ni “Para Elisa” (Pausa.) Nidia, ¿vos hiciste esto para meter un tipo? Si querés meter un tipo, fenómeno, estupendo. Pero un músico, no.

NIDIA: Dios o la música, que son lo mismo, trajeron a esta chica. Por algo estos años hicimos afinar el piano, y este chico entró…

MABEL: ¿Para qué?

NIDIA: Para que podamos escuchar. La música que siempre estuvo y no escuchamos. La música muda que encierra la verdad. El silencio. (Pausa.) Nosotras, que hablamos tanto, somos hijas del silencio.

MABEL: (Escuchan el silencio.) ¿Vos decís que es como el ruido de la heladera, que recién lo escuchamos cuando deja de sonar?

NIDIA: Las cosas, en su persistencia, se nos vuelven invisibles. La piedra quiere ser piedra, la planta quiere ser planta, Mabel quiere ser Mabel. ¿Y todos nosotros, qué queremos ser? Escuchemos cómo esas dos notas resuelven lo que en la vida nos cuesta tanto.

MABEL: Muy lindo todo, vamos a dar por finalizado el tema. (Al Pianista.) Juntá tus cosas y tomátelas. Volvete al Fracassi. ¿Por qué nunca nos pasa algo extraordinario? No te digo que resucite Mariano Mores, que a esta casa entre Bruno Gelber, que tantos mediodías lo vimos almorzar en la mesa de Mirtha… ¿De todo el Fracassi era lo mejor que había?

NIDIA: Cuidado, the Trastornator is coming.

Entra la Trastornada y seduce al Pianista.

MABEL: Miralos. No serán Tristán e Isolda…

NIDIA: No serán Abelardo y Eloísa.

MABEL: No serán Susana y Monzón

Nota de la Trastornada.

NIDIA: (Imita la nota de la Trastornada.) Dijiste Monzón y se asustó. Es un boxeador, que tiró a la mujer por la ventana, una noche de sidra, vino y champagne. Y algo más.

MABEL: (Al Pianista.) Decile algo lindo y memorable, que guste mucho. Algo que le haga cambiar el ánimo todo.

PIANISTA: (A la Trastornada.) Mucho gusto, me llamo Alberto.

NIDIA: ¿Alberto?

MABEL: Mucho gusto, me llamo Alberto ¿y qué más?

NIDIA: Es tímido…

MABEL: Qué va a ser tímido, es pelotudo. No sé por qué los hombres, una vez que cruzan la puerta de esta casa, quedan totalmente impedidos para el afecto.

NIDIA: Es el primero, dale tiempo. (El Pianista tartamudea, se seca las manos transpiradas.) No diga nada, Alberto. Toque. Eso es el problema con los músicos. Los dejás hablar y decepcionan.

La Trastornada va hasta el pianista y le pega varios cachetazos. Lloran. Se besan apasionadamente. Forman la estatua de Apolo persiguiendo a Dafne.

MABEL: No colabora, esto no colabora.

NIDIA: “Oye temblar el viento en mi cintura, donde se enreda el día que adelanta. La voz multiplicada que te canta, ¡oh, Apolo, esta tristeza de ser pura!” Julio Cortázar.

MABEL: Suficiente, Nidia. Separalos.

Nidia los separa y se besan con el Pianista.

NIDIA: Perdón, había olvidado cómo era esto de besar. Toque Alberto, no se detenga. Tóqueme a mí. Ay, esta terapia musical me arrebata. Touch me, tiger. Vení, Mabel. Éramos tres y ahora somos cuatro. Es la materia, los puntos cardinales, los ríos. Siento que empezamos a ser una familia.




LA TRASTORNADA
Elenco: Fernanda Pérez Bodria, María Inés Aldaburu, Laura Esses y Ariel Gurevich
Asistencia de dirección y colaboración artística: Fernanda Pérez Bodria
Selección de repertorio: Laura Esses
Asistencia de iluminación: Sofía Diambra
Escenógrafa asistente: Pía Drugueri
Producción Ejecutiva CC25: Christián Ríos
Fotografía: Laura Castro
PR + Media + CM: Mutuverría
Diseño de vestuario: Julieta Harca
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo
Diseño de iluminación: Leandra Rodríguez miembro de ADEA
Diseño de movimiento y espacio coreográfico: Gustavo Lesgart
Dirección musical: Diego Vila
Dramaturgia y Dirección: Ariel Gurevich
Duración: 70 minutos.
En el Centro Cultural 25 de Mayo.

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